Camila Reimers
Conocí a Jorge Etcheverry a través de su poesía, sin embargo me conquistó con su narrativa.
En las noches de literatura organizadas por El Dorado en Ottawa, Jorge siempre es presentado como “el poeta” y me quedé con esa idea, a pesar de haber leído algo de su prosa en algunas revistas y diarios locales.
La novela De chácharas y larga vistas, editada por La Cita Trunca/Split Quotation en Ottawa en 1993, es la obra principal de Etcheverry en prosa, sin embargo antes de leerlo, mi curiosidad por conocer más de su narrativa despertó cuando recibí el primero de una serie de correos electrónicos acompañado de una historia que me hizo reír pero también filosofar sobre la vida.
Es su narrativa lo que me llevó a continuar explorando su trabajo, descubriendo una honestidad a toda prueba no sólo en el ámbito social sino también en el diario enfrentamiento personal de esos sentimientos incómodos que en general deseamos esconder. Se necesita una madurez que va más allá de la visión egocéntrica que nos impulsa a proyectarnos en el mundo para presentarnos tal cual somos, sin ínfulas de grandiosidad tratando de convencer a otros que poseemos las llaves del reino. Jorge tiene la capacidad de expresar los más intrincados sentimientos filosóficos de la manera más simple.
El concepto de espiritualidad que deseo expresar en este ensayo, va mano a mano con el significado que encontramos en el diccionario de la Real Academia Española, es decir la naturaleza y condición de espiritual. Calidad de las cosas espirituales. Indudablemente no me refiero ni a dogma ni a prácticas rituales sino a una visión de intereses diferentes y muchas veces aparentemente contradictorias.
En su artículo “Dios y la escritura” Jorge expresa este concepto de contradicciones, primero declarándose abiertamente marxista para luego continuar explicando lo que Dios piensa de él:
“Hoy es sábado, mañana es domingo. A eso de las nueve van a empezar a repicar las campanas de las múltiples iglesias, ya que vivimos en los márgenes del barrio italiano. O a lo mejor a las siete, lo que pasa es que yo tengo que dormir con tapones para los oídos, mi vecino del piso de arriba es un joven oriental, muy macizo e hiperactivo, que debe practicar artes marciales, pisa bastante fuerte y parece que cambia de lugar los muebles en la noche.
Mañana es domingo, pero no voy a misa. A decir verdad, fui hasta los dieciséis años, pero la vergüenza de confesar mis asiduos y solitarios pecados adolescentes y luego mi posterior acercamiento al marxismo me alejaron de la religión y su principal vehículo para los católicos: las vastas bóvedas de las iglesias, cuyas más famosas representantes visito sin embargo con placer estético y recogimiento si me encuentro en alguna capital como Roma o Ciudad de México. Además de que si existe, a Dios no le gusta lo que escribo. Pero quizás no. Si así fuera hace tiempo que me habría incapacitado. Pese a mi edad, que no voy a confesar, sigo siendo aficionado al alcohol, al ocasional cigarrillo, a las paranoias y a las pataletas, soy un poco adicto a la adrenalina, además de que mi dieta tiene bastantes huevos, carne y azúcares. A Dios no le hubiera costado nada mandarme un infarto (toco madera) y ya no hubiera tenido que soportar lo que escribo, ya que Él puede leerlo todo, no es forzoso que esté publicado, ya que además de ser omnisciente está en todas partes.”
Al leer estas líneas, sentí que Jorge hablaba por muchos, de una manera directa, con un oscuro sentido del humor, narrando acontecimientos del diario vivir, lograba preguntar y responder las dudas que los seres humanos arrastramos sin detenernos a reflexionar porque estamos ocupados con asuntos más importantes, sin darnos cuenta que son precisamente estos detalles los que enriquecen la vida.
En muchos de sus escritos Jorge menciona a Madame Blavastky, Krisnamurti, conceptos budistas y taoistas. Jamás se me habría ocurrido expresar la síntesis del pensamiento taoista de la siguiente manera:
“Usté no es ná, ni chicha ni limoná”, decía parte del estribillo de una canción de Victor Jara, asesinado en el estadio nacional de Santiago de Chile durante los primeros días del golpe de 1973. Difundida en los días más álgidos de ese período, en la letra se incitaba al tibio radioescucha a definirse, a tomar partido, a no quedarse en el medio…. Los occidentales que adoptan el taoísmo tienden a entender bastante bien los ingredientes opuestos que componen todo lo que existe, el Yin y el Yang, pero tienen problemas para hacerse una idea del Tao, la entidad universal que abarcaría ambos extremos.
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