sábado, 8 de marzo de 2008

Reflexión sobre reflexión hacia el sur de jorge etcheverry.

Claudio Durán
Senior Scholar
York University


En la reflexión sobre Reflexión hacia el sur de Jorge Etcheverry, centraré estas notas sobre la dialéctica entre compromiso histórico y vida diaria así como la percibo en este libro.

Antes, quisiera referirme en síntesis a la poesía de este autor a partir de algunos puntos que él hace en su escrito:

Su poesía es dúctil; transportable; armable y desarmable; pasada, presente y futura; contextualizable y recontextualizable. Es así una poesía dinámica y dialéctica: no es, por cierto, ‘letra muerta’. Su poesía estará entonces apareciendo y reapareciendo a lo largo del tiempo en una gran diversidad expresiva. La poesía de Jorge Etcheverry, que he leído en este libro, envuelve una enorme riqueza de facetas, matices, temas, actitudes, aproximaciones a la vida, etc. Mencionaré aquí, antes de entrar en la presentación específica hoy día, algunas de estas cuestiones: están la riqueza y coherencia del lenguaje en apariencias sencillo, pero cargado de experiencia y talento poético; encontramos una ironía, a veces referida a sí mismo, otras veces a alguna otra persona, situación o cosa; su visión de las mujeres y de las relaciones de género; el exilio por cierto; una suerte de arte poética que se puede ir descubriendo en varios pasajes; una reflexión sobre la tradición cultural de Occidente; la vida de alta relación racial y étnica en el Norte; recuerdos y añoranzas de amistades y personas con que se relacionó en el Chile de antes; una visión de lo universal de la experiencia humana y social; notas sobre su origen étnico, pero a la vez, y muy interesante, sobre el origen de la especie humana y su relación con otras especies; finalmente, en ocasiones, una suerte de pesimismo y desesperanza que puede incluso llevar a una cierta aspereza de su alma. Corresponderá a un trabajo futuro mostrar estas características, facetas y matices de la poesía de Jorge Etcheverry no sólo en un libro (ciertamente un libro sumamente especial), sino en el conjunto de su obra.

El libro está dedicado a Sharon, su compañera del Norte. Así, Norte y Sur se relacionan estrechamente: habrá entonces que recorrer esta poesía que circula por dos carriles profundos, inextricablemente unidos y, sin embargo, a la vez, tan separados.

El Norte es Canadá y el Sur es Chile, pero, para llegar a Chile desde Canadá, uno debe pasar por Estados Unidos y América Latina en su conjunto. Si bien la dialéctica Sur/Norte tiene su centro en la relación Canadá/Chile, EE.UU. y A.L. están implícita y explícitamente presentados.

Comienza el primer poema del libro cuyo título (Reflexión hacia el sur) es a la vez el título del libro en su conjunto, con una nota que presidirá la dialéctica que he elegido para centrar mi comentario, aquella entre compromiso histórico y vida diaria:

“Somos un pueblo extrañamente dotado por la naturaleza”.

Y cuando Jorge Etcheverry aclara el sentido de este verso inicial, que pudiera incluso ser malentendido, nos ubica en una de las problemáticas históricas más violentas y sangrientas de la historia de Chile:

“Nos hemos preguntado—dice él—al redactar estos prolegómenos, suspendiendo el lápiz sobre la hoja de papel cubierto de líneas horizontales, por lo que hizo a los araucanos resistir por tantos siglos a los conquistadores”.

Se inicia así la dialéctica del conquistado/conquistador en la historia del Sur. Sin embargo, esta relación de dominio se reproduce múltiplemente en el conjunto de la sociedad chilena: una realidad histórica, social, política y económica en la cual “[bajo] la apacible superficie de la tierra se gestan vastos movimientos”. Y una ventaja que tienen los grupos dominantes parece ser, como lo dice este poeta:

“Las clases pudientes creen a veces percibir ese rumor subterráneo entre ronquido y temblor de la tierra. Que no los deja dormir tranquilos, los hace paralizar la copa entre los dedos en medio de la fiesta y reuniones sociales, con la mirada fija y como ausente”.

No están las clases pudientes tranquilas, pero tienen el poder de percibir, avizorar los movimientos roncos y subterráneos: debajo de la apariencia está la esencia trágica de la guerra y la violencia.

Y en el fragor de la lucha los grupos dominados experimentan “[las] convulsiones sociales, los mártires, la utopía casi al alcance de la mano. Estrangulada con el propio cordón umbilical. Abandonada en los baldíos de la historia”.

Así, el nacimiento de una generación sin dominación y violencia ha resultado, hasta ahora, abortado.

Nuestra historia es como una “escopeta” dice el poeta.

A la vez que Jorge Etcheverry va presentando los diversos aspectos de la dominación, la guerra y la violencia, también nos habla de aquellos rasgos de Chile que han sido y son profundamente positivos: como el papel progresista de las mujeres, la creación cultural, musical y poética, la facilidad de adaptación a otros países sin nunca mimetizarnos. Es probable que este poeta vea en estos rasgos un germen de la utopía chilena, que es también una utopía universal. Y es probable también que Jorge Etcheverry pueda ver en mayor profundidad la realidad histórica de la dialéctica mapuches/conquistadores precisamente por haber vivido tanto tiempo en el Norte Boreal del continente americano. Es difícil distinguir en las aproximaciones perceptuales de la realidad chilena que se dan en el Norte, si ellas están influidas marcadamente por el Norte, o si también se perciben en Chile mismo con la misma certeza.

En todo caso, el poeta nos hace mirar al pasado y presente de Chile, y también a su geografía, en un tono emocional que entra ciertamente en la nostalgia, en lo romántico, en el lirismo:

“Se levanta la Violeta Parra en vuelo cantante enredando en su despegue varias otras figuras matriarcales. La Gabriela Mistral niña la mira pasar sobre un cerco de piedra en el Norte Chico, mientras camina hacia la Escuela Pública de delantal blanco y con chapes”.

Acto seguido nos lleva a Coipué región del Maule. A propósito de sus relaciones familiares nos muestra el mar de Tal-Tal, la Parte Alta de Coquimbo, y aunque sea a la vez triste y represivo, Juan Fernández. Nos hace sentir el Valle Central, el extremo Sur, las calles de Coquimbo, “la visión y la audición del ruido de Santiago desde la cumbre del San Cristóbal”, “los cielos claros del Norte Chico”. Y vemos en su poema inicial también la nostalgia profunda y húmeda:

“A beber las aguas siempre verdes y frescas, a absorber por los ojos las vastas faldas de los más azules cielos”.

Mi percepción de este poema, que creo se puede hacer generalizable al conjunto del libro, es que la dialéctica entre lo histórico, o con más propiedad el compromiso histórico, y la vida diaria en Jorge Etcheverry, se da de una manera que yo caracterizaría de cerrada, o tal vez, debiera decir, de presentar ambos aspectos íntimamente ligados: yo los he separado aquí, para quizás, verlos mejor, cada cual en su aspecto. Sin embargo, en el conjunto, el compromiso histórico y la presentación de la vida diaria aparecen claramente en profunda unidad. Recuerdos, ensoñaciones y nostalgias van juntas con el claro sentido de profundísima injusticia histórica.

Veamos el final de este poema con que comienza el libro Reflexión hacia el sur:

“Entre la maraña enrevesada que nos llega por amigos, los medios, el internet, otros latinos

O simple gente que sobrevivió a las avalanchas revolucionarias que de repente se abrieron como volcanes y luego se cerraron

Todavía aquí achunchados si hay que decir que en Chile no pasa nada o que pasó todo a quien nos pregunta por aquí

Mientras nuestras miríadas de fosas nasales recogen un olor como de fogatas en la noche, que viene de muy lejos y se propaga porque la tierra es redonda, y nos sentimos un poco encabritados y un poco alegres

Y de repente un montón como de bichos que teníamos adentro nos comienza a desfilar con sus propias banderas de sindicatos o partidos

Mientras nuestras manos se crispan solas y en nuestros corazones hay como una música húmeda”.

El compromiso histórico en íntima unidad con la nostalgia profunda y húmeda.

Y fue su compromiso histórico quien trajo a Jorge Etcheverry al Norte: él nos muestra ese momento del adiós en un tono emotivo aunque cuidado, tal vez contenido:

“mejor aun cuando inmóviles en la escalinata que nos lleva directo al vientre del aeroplano nos damos vuelta agitando la mano en un signo tan convencional como preñado de significaciones, hacia los amigos y familiares y simples relaciones que se han conglomerado ahí, en la losa del aeropuerto para despedirnos”.

Nos dice a la vez que tuvimos que venirnos porque al haber tomado un compromiso histórico pasamos a ser presa de la acción represiva de las autoridades que combinan el crédito mundial con la fuerza bruta local. Ese Chile que es como una escopeta!

Y aquí hemos hecho una vida que ha bifurcado a la familia. A los descendientes que se han criado en el Norte se les cuenta de los líderes asesinados, de la violencia que expulsó de las ciudades y los mares y los campos…, y se les cuenta a los nietos del monte, del desierto el mar, también la nieve. Pero esos nietos “hablan otra lengua, comen otros alimentos” y al parecer llegan a “pensar que los montes y los valles y la larga costa era un sueño” de sus abuelos y abuelas.

Todo esto nos señala a un poeta para quien su poesía es una impresionante expresión de lo histórico-social y lo íntimo, lo humano, lo familiar. Es decir, el compromiso político y lo lírico pueden darse conjuntamente.

Claro está que en ocasiones el poeta se intranquiliza con esta expresión unitaria:

“No es fácil en estos tiempos y menos para nosotros volverle la espalda ni por un momento a la realidad histórica

Que nos exige cada día un compromiso más intenso y preciso
Para dedicarnos en cambio una vez más a las lamentaciones y digresiones tan caras a los románticos”.

O se pregunta si no se habrá “puesto un poco gordo” al mismo tiempo que se le “ve demasiado tranquilo últimamente”.

Para calmar cualquier fisura en su compromiso histórico nos dice:

“Nunca han dejado de preocuparnos las grandes batallas que convulsionan a tres de los cinco continentes: Asia, África, América

Los poetas comprometidos tienen el deber de cantarle a la Revolución, denunciando el actual estado de cosas”.

O sea, el compromiso histórico es universal. Sin embargo, él tiene a la vez conciencia clara y precisa que el compromiso “se hace en otros metros, usando otro tipo de imágenes”.

También nos dice en otro lugar:

“Démonos la libertad para centrar la atención en las minucias del diario vivir. Seamos en eso como un borracho que de repente se detiene en su caminata nocturna, y luego de orinar mira las estrellas y dice en voz más bien alta
‘Qué le vamos a hacer, qué diablos, en fin…’ ”.

Pues, el diario vivir es también una parte de la vida que no tiene por qué obstaculizar el compromiso del poeta con la lucha histórica contra la violencia, la opresión y la injusticia.

El poeta también amó a niñas reales y fantasiadas, muchachas y mujeres, sufrió los rigores de los rechazos y las frustraciones, las vicisitudes de todo ser humano en el terreno del amor y la sexualidad. Hay tal vez en los pasajes en que el poeta refiere su vida sentimental un tanto de contención emotiva, pero el detalle es significativo:

“Y no era la primera vez que me veía metido en esta clase de forros. Me acuerdo de las eternas esperas en las esquinas de otra ciudad, en otro país

Las despedidas patéticas en los terminales de buses

Un gato blanco eternamente pelechando, en una casa oscura, de techos altos

O de otro color, en un segundo piso, en otras latitudes

Los insomnios revolcados de ojos tamaños entre el sol poniente y el naciente

La arena en los párpados. Las curas lloradas y las confidencias vergonzantes”.

Quisiera concluir con dos reflexiones sobre este libro de Jorge Etcheverry.

En primer lugar, una pregunta sobre lo que he planteado como una relación dialéctica más bien cerrada en Jorge Etcheverry entre el compromiso histórico y la vida diaria. En un pasaje del libro el poeta señala que “[una] mente lógica puede hacer equivaler las experiencias”. Hay varios textos en el libro en que se refiere la razón, la raíz racional de la historia occidental a que Chile pertenece. Este tema apenas lo toco aquí, y sería uno de esos tópicos para futura investigación. Pero, lo que quisiera plantear es esto:

Cuando se reflexiona sobre la relación entre el compromiso histórico y la vida diaria se podría tal vez decir que no hay explicación lógica entre ambas cosas. Así, solamente se puede nombrarlas uno junto a la otra, en el mismo sentido en que uno notaría a una persona enojada que pasa por la calle y al mismo tiempo pasa otra que va contenta. Esta yuxtaposición es casual, meramente coyuntural y no tiene lógica ni relación de causa y efecto. Sí, posiblemente, podría ser, dada esta analogía. Sin embargo, la poesía de Jorge Etcheverry nos lleva a ver, siguiendo la analogía en otro sentido, que esa relación es inherente. Digamos que la persona está enojada porque la han reprimido y que la persona contenta participa de la represión de una u otra manera. Claro está, entre ambos extremos hay una gran cantidad, tal vez infinita, de posibilidades de entender la relación.

La segunda reflexión se refiere a “ese gigantesco pájaro poético” que es la metáfora con que Jorge Etcheverry caracteriza a Pablo Neruda. En la reflexión hacia el sur de este poeta no podía faltar Neruda. Y no podía faltar un sentimiento de reverencia hacia Neruda. Hay también una crítica (casi) implícita a Neruda: “Personalmente me encanta el Canto, la Primera Residencia y pare de contar, un poco Arte de Pájaros, las Piedras de Chile”. Esta limitación es justa (recuerdo que el poeta, filósofo, investigador literario y traductor español José María Valverde me dijo una vez que él conservaría de Neruda no más de 500 versos). Pero, lo que me produjo más cavilación en Jorge Etcheverry son estos versos:

“Díganme si hay una pizca de Neruda en lo que estoy haciendo, si yo también me cobijo bajo esa sombra gigante

Que tantos dicen proyecta su ego hipertrofiado

Que amasado y soplado a la vida con la greda del Sur de Chile
Para el reparto del yo se lo llevó todito, dejando a generaciones sucesivas de poetas de la zona

Con el yo minimizado. Pero no entremos en peleas de capillas. Dejemos a ese gran pájaro alejarse

Proyectando su sombra vasta sobre los cinco continentes”.

Me ha impresionado esta referencia tan intensa a Neruda, no me calza con mi aprecio por la poesía de Jorge Etcheverry, pues esta poesía no necesita sustento nerudiano, por cierto. Entonces, ¿cómo se deberá evaluar esta relación de Jorge Etcheverry con Neruda? ¿O sucederá acaso que los poetas chilenos tenemos que examinar hasta dónde nos cobijamos en Neruda? ¿También, se aleja Neruda de nosotros o nosotros de Neruda?

P.D. del editor

Enlace a 'Reflexión hacia el Sur' http://www.letras.s5.com/je261104.htm

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