Zaira Espinosa
Decía William Blake: “la eternidad está enamorada de los frutos del tiempo.” Esa misma idea se distingue en Vitral con pájaros, poemario de Jorge Etcheverry. Versos eternizados que revelan sentimientos y espacios del modus vivendi de nuestra sociedad actual entrelazándose con el origen de una voz poética de lustros atrás. Para Etcheverry, además, el tiempo es paralelo al espacio. Canadá-Extranjero-Chile-hoy-antes-ahora. Vitral con pájaros es una selección de poemas que el mismo autor confiesa son de otras épocas. Sin embargo, cada uno de los textos se aproxima al presente como parte de una contemplación pausada y minuciosa de las relaciones humanas, el paisaje urbano y la bitácora viajera. Según Ethel Krauze: “la poesía más que conocimiento del mundo, es experiencia entrañable, visceral, una manera de estar en el mundo”. Aproximarse a la poesía de Etcheverry es verlo estar, por lo que más allá de una simple identificación de palabras e imágenes, la lectura resulta una apreciación fotográfica de la voz del poeta.
Foto uno
(El paisaje del tránsito vial y emotivo) Camino a un lado de Jorge Etcheverry. Conversamos, pero no se si al conversar él también retrata el derredor con las palabras que aún no se escriben o se pronuncian. Eso mismo sucede en las reuniones, en la mesa, reposando un tema con el vino tinto. Una mirada silenciosa recorre el lugar, el trayecto. Luego hay un momento en que los retratos suenan como un ferrocarril que se aproxima, cito: “…todos los hombres y mujeres/ sentados en el bus/ que conscientemente se anulan/ debajo de sus trajes y gafas/ los empleados, los intelectuales de barba/las mujeres funcionarias de rasgos angulosos/ y ojos pálidos/ que aprietan las piernas/ y ponen la frente lisa del día de negocios/ luego de la noche sexuada/ y el olor de la noche”. El tono de la imagen es de una cotidiana mañana-tarde-antes-hoy-aquí-allá, cualquier sitio urbano, cualquier tiempo, ambos con la cara impedida de otro rasgo que no sea indiferencia. Un tono graduado de silencios; un tono en altavoz, cuando el poeta quiere señalar las partículas flotantes entre miradas. En los poemas: “En el bus”, “Épica cotidiana”, “Caminos de la tarde”, “En el centro”, “Y la gente” se distinguen las imágenes coloridas de invierno, el sol primaveral, el deshielo de las relaciones humanas, la capacidad para apreciar esa “Nueva Jerusalén de tarjeta postal” que define el lugar que aglomera inmigrantes en el transporte urbano, sus lenguas y sus facciones. Etcheverry usa un lente de alta definición verbal, cito: “Y afuera del bus las calles/ impolutas vacías/ stark, drab, empty/ los edificios de concreto…/Y quizás valió la pena/ entonces/ venir a dar aquí/ y de repente, callado,/ sorprenderlos/ escucharlos, verlos/ y es que un poco / en cierto grado/ esas incontables masas allá abajo /allá lejos/ en el sur se concretizan como un rayo de sol/ en estas circunstancias”. Fotografía del exilio, una estampa trazada de evocaciones. Como en sus poemas: “Los viejos de Chile” o “Kale borroka”, el aquí-hoy se ensancha a un aquí-norte-sur-hoy-ayer-mañana. El interior se exterioriza en una impresión de todos los tiempos. Alguna vez fue sur, otras norte, las masas son viento que circula. La poesía, ventanal abierto, permite al viento correr. Por eso, diríamos que Etcheverry contiene en su pluma, o mejor dicho, teclado, el universo auténtico de la percepción que el lector identifica y asume a sus experiencias de vida como exiliado u otra calidad extranjera en país blanco, bien nutrido y de buen ver, Canadá.
Foto dos
(Escenario de poetas)En Poética de lo sagrado de Oscar Wong se reitera la idea: “la poesía, a través de la palabra, traduce los sentimientos en imágenes”. Etcheverry es poeta que retrata su oficio y lo satiriza, cito: “…tratando de condensar el universo/ en una estrofa, /reflejarlo en un objeto, /y a la vez guardar el paso /con la corriente de la realidad/ No es fácil /Me pregunto por qué gano tan poco /…me consuelo /pensando /que el trabajo de Cristo /era mucho más importante /y más difícil /y que lo crucificaron”. Para Etcheverry, escribir es un gran trabajo, domar a una “bestia”, sentarse en un café, esperar un ataque de verbos y confrontar indemne, esperar una lluvia que desborde las aceras de agua y salir a transportarse en la corriente. El retrato, o caricatura en su defecto, se convierte en eslabón que une ritmos e inventa testimonios de poeta, como en “Antipoema para restarse a beneficio”, cito: “los poetas que leen/ son todos pésimos /Conozco a todos los músicos /me sé sus canciones de memoria” Para Oscar Wong poesía es: “revelación, sensibilidad, emoción”, para Lichtenberg poesía no es como un lente para ver a los demás, sino un espejo; para Juan Agustín Goytisolo es el medio para cambiar el pulso, el ritmo de la historia; para el poeta nicaragüense Ernesto Mejía Sánchez: “escribir un poema es como recordar el futuro” , para el español Gabriel Celaya es “poesía-herramienta, a la vez que latido de lo unánime y ciego”, Xavier Villaurrutia veía en la poesía manos metálicas, compañía para hablar a solas; poesía según Salvador Díaz Mirón es: “pugna sagrada, ansia infinita de lo imposible”, Eliseo Diego dice que un poema no es más que la felicidad. Poesía para Jorge Etcheverry es “estar parado en una vereda”, sentir el curso de la vida, la metáfora tiene vientre, es insomnio, la noche tiene alas violáceas, reservar espadas en su funda, un animal con sus garras preparadas para desgarrar, una semilla en algodón. Etcheverry escribe la poesía con la mirada que domina el pulso de las calles, casas, personas. En la poesía de Vitral con pájaros, reitero, la imagen es nítida y sus colores destacan, cito: “El hecho es que cae la noche /no, no cae /pues ella no es ella, en verdad /no pájaro no doncella alada /para que pudiera caer desde lo alto.”
Collage
(Las mujeres)Mujer-musa, el norte-sur, la llama-sangre, la poesía-aire que se inhala, como los recuerdos que también a veces matan así como el humo del cigarro. La mujer en la poesía de Etcheverry, mata y da vida, ejerce las imágenes, las sobrepone del olvido. Vitral con pájaros contiene retratos de palabras-mujeres, sobre mujeres que sonríen dentro de esas palabras. Vemos a Etcheverry imaginando, percibiendo las sirenas, las divas, las amigas que ya no están (“Despedida”, poema dedicado a Yvonne América Truque q.e.p.d), a madre e hija que crecen sin parar de alma y sueños (La Gabriela grande y la Gabriela chica). En “Oda a una mujer enferma de la tiroides” Etcheverry evoca un deseo rojizo, monocromático, cito: “Me gustas /por tus ojos claros /y tus largas piernas paganas /Déjate crecer el pelo /y consume en las mañanas /levantándote del lecho/ comprimidos recetados /(tiroxina) /y que tus tobillos /y los dedos de tus manos /adelgacen /Sólo entonces serás mía”. La imagen adquiere textura, es un paisaje y al mismo tiempo un canto. Vitral con pájaros, es una obra de gran contenido visual en su lenguaje, sus palabras son fieles retratos del escenario de vida que el poeta Etcheverry capta con su pluma, nos transfiere más allá de una época, de un estado de ánimo, de un espacio urbano. Etcheverry vuelve la página en lienzo, y a cada palabra le da un rostro, hasta que tantos rostros, sonrientes-impávidos-tristes- aquí-allá-ahora-risa-llanto y mirando hacia el lector, son la poesía.
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